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El Costo Emocional de No Recibir Atención Médica

La falta de atención médica adecuada crea un círculo vicioso de sufrimiento. La exclusión del sistema de salud no solo daña la salud física, sino que también impacta profundamente la salud mental, generando baja autoestima, aislamiento y la sensación de incapacidad. Estas consecuencias psicológicas, a su vez, dificultan aún más la búsqueda de atención médica, atrapando a las personas en un ciclo de sufrimiento. Millones, especialmente en poblaciones vulnerables, experimentan este fenómeno.


La Falta de Atención Médica es más que un Problema Físico

Cuando una persona no recibe atención médica adecuada, ya sea por barreras económicas, tecnológicas, culturales o geográficas, no solo enfrenta el deterioro de su salud física, sino también un impacto emocional significativo. La incertidumbre de no saber cuándo o cómo recibirán tratamiento puede generar ansiedad constante.


En España, el 14% de la población reportó en 2020 haber abandonado la búsqueda de atención médica debido a largas listas de espera, lo que incrementa el riesgo de problemas de salud mental en un 18.7% en grupos socioeconómicos bajos, según los datos proporcionados en la investigación de Fernández & Rodríguez en 2024. Este retraso no solo agrava las condiciones físicas, sino que también eleva los niveles de cortisol, una hormona del estrés que intensifica síntomas de ansiedad y puede llevar a somatizaciones, como dolores físicos sin causa médica aparente.


En poblaciones vulnerables, como las comunidades indígenas en Latinoamérica, estas barreras son aún más pronunciadas. Sin intérpretes culturales, los pacientes se sienten desamparad@s y aislad@s en los centros de salud. La dificultad para comunicarse no solo impide una atención adecuada, sino que les hace sentir que sus necesidades y experiencias son ignoradas. Una persona que se siente ignorad@ por el sistema médico puede empezar a internalizar que no merece ser atendid@, lo que alimenta una percepción negativa de sí mism@. Esta autopercepción negativa es el primer eslabón de un círculo vicioso que perpetúa el sufrimiento.


¿A qué se debe esto? La autoestima juega un rol central en cómo las personas enfrentan las dificultades de acceso a la atención médica. Cuando alguien no recibe atención oportuna, puede empezar a sentirse incapaz o indign@ de recibir ayuda. Este sentimiento de “no valer lo suficiente” desencadena emociones negativas como tristeza, frustración o incluso vergüenza. Un estudio de Pacheco y Rubiano (2023) en Latinoamérica reveló una alta tasa de abandono de plataformas de telemedicina entre adultos mayores rurales: el 42% dejó de usarlas después de experimentar dificultades técnicas. En lugar de culpar al diseño complicado de estas plataformas, much@s de ell@s asumen que su dificultad refleja una “ineptitud” personal, lo que daña aún más su autoestima.


Una autoestima baja lleva a las personas a subestimar sus capacidades para enfrentar desafíos. En lugar de insistir en buscar ayuda médica, pueden evitar situaciones que les generan ansiedad, como hacer una cita o enfrentar un sistema de salud confuso. Este aislamiento no solo reduce su acceso a tratamientos, sino que también puede traspasarse a sus relaciones sociales, lo que refuerza el sentimiento de soledad y perpetúa el ciclo de emociones negativas. 

La falta de confianza en sí mism@ crea un círculo vicioso: al infravalorar sus recursos, la persona se mantiene atrapad@ en emociones negativas y en la exclusión. (Cid, 2020)

Las emociones negativas intensas o prolongadas, como las que surgen por no recibir atención médica, predisponen a comportamientos poco saludables que agravan la situación. Por ejemplo, una persona con una enfermedad crónica no tratada puede sentirse tan desesperanzad@ que recurra al consumo de alcohol o tabaco como una forma de lidiar con su frustración. Otr@s pueden caer en el aislamiento social, evitando el contacto con amig@s o familiares por miedo a ser juzgad@s o por sentir que son una “carga”. Estas conductas, lejos de aliviar el sufrimiento, debilitan aún más la salud física y mental, haciendo que la persona sea menos propens@ a buscar ayuda médica en el futuro.


En el caso de las personas con discapacidad en Chile, se ha encontrado que tienen un riesgo 2.3 veces mayor de no recibir atención médica oportuna. Esta exclusión no solo aumenta su estrés, sino que también refuerza la percepción de ser una carga para los demás. Como resultado, pueden incumplir tratamientos o evitar revisiones médicas por temor a enfrentar más rechazo, lo que perpetúa tanto su deterioro físico como su malestar emocional.


La Desesperanza Aprendida: Rendirse Parece la Única Opción

Uno de los efectos más devastadores de la falta de atención médica es la “desesperanza aprendida”, la experiencia repetida de obstáculos para acceder a la atención médica puede generar un aprendizaje negativo, llevando a la persona a creer que no hay nada que pueda hacer para mejorar su situación. Dificultades para acceder a la atención, como largos desplazamientos en zonas rurales o la discriminación en centros de salud. Con el tiempo, estas experiencias enseñan a la persona que sus esfuerzos son inútiles, llevándole a renunciar a buscar ayuda.


La desesperanza aprendida no solo afecta la motivación para buscar tratamiento, sino que también incrementa el riesgo de problemas de salud mental graves. Se ha encontrado en pacientes con condiciones osteoarticulares o trastornos mentales que enfrentan listas de espera prolongadas, el riesgo de ideación suicida que puede aumentar hasta en un 115.6% y 58%, respectivamente (Fernández & Rodríguez, 2024). Esta cifra refleja cómo la falta de atención médica también puede llevar a consecuencias psicológicas extremas.


¿Estrategias para Contrarrestarlo?

Aunque se trata de algo complejo, existen formas de interrumpirlo, y a continuación, se presentan algunas estrategias que pueden ayudar a mitigar el impacto negativo de esta situación: 

  1. Fomentar la autocompasión: En lugar de culparse por no poder navegar sistemas médicos complejos, las personas pueden aprender a tratarse con amabilidad. Reconocer que las barreras son externas (como la falta de recursos o tecnología accesible) puede reducir los sentimientos de ineptitud y mejorar la autoestima.

  2. Conectar con otras personas que enfrentan dificultades similares puede contrarrestar el aislamiento. Tales como grupos comunitarios o redes de apoyo pueden ofrecer orientación para acceder a servicios médicos y reforzar el sentido de pertenencia.

  3. Muchas personas desconocen que tienen derecho a una atención médica adecuada. Informarse sobre estos derechos puede empoderarlas para exigir un trato justo y persistir en la búsqueda de ayuda.

  4. Pequeños pasos hacia el cambio: Enfrentar un sistema de salud abrumador puede parecer imposible, pero dar pequeños pasos, como agendar una cita o pedir ayuda a un familiar, puede romper la inercia de la desesperanza aprendida.


El Papel de la Sociedad y los Sistemas de Salud

Si bien las estrategias individuales son importantes, el cambio real requiere abordar las barreras estructurales que perpetúan este círculo vicioso. Los sistemas de salud deben priorizar la accesibilidad, no solo en términos de infraestructura, sino también en la sensibilidad cultural y tecnológica. Mejorar el acceso a la atención médica, ya sea, proporcionando intérpretes culturales o creando plataformas de telemedicina más fáciles de usar para adultos mayores, puede empoderar a los pacientes y reducir la sensación de exclusión.


Además, es necesario que los profesionales de la salud sean conscientes del impacto psicológico de la exclusión médica. Un trato empático y respetuoso puede contrarrestar la percepción de invisibilidad y fomentar la confianza en el sistema. Por último, las políticas públicas deben enfocarse en reducir las listas de espera, mejorar el acceso en zonas rurales y garantizar que las poblaciones marginadas no queden relegadas.


Para concluir...

La falta de atención médica no es solo una cuestión de recursos físicos, sino un problema que afecta profundamente la salud mental y emocional de las personas. La baja autoestima, el aislamiento social, las conductas poco saludables y la desesperanza aprendida forman un círculo vicioso que perpetúa el sufrimiento y dificulta la búsqueda de ayuda. Sin embargo, al comprender cómo funcionan estas dinámicas y adoptar estrategias de autocompasión, apoyo social y empoderamiento, es posible empezar a romper este ciclo. Al mismo tiempo, los sistemas de salud y la sociedad en su conjunto tienen la responsabilidad de eliminar las barreras que alimentan esta exclusión. Solo con un enfoque integral que combine el cuidado individual y el cambio estructural podremos garantizar que nadie quede atrapad@ en este círculo vicioso, permitiendo que todas las personas accedan al bienestar físico y emocional que merecen.

Referencias



 
 
 
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